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El equipo del pueblo: Los Packers y sus 300 mil dueños

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Mark Murphy, a la cabeza del gigante

A diferencia del resto de los equipos que canalizan el poder en un dueño mayoritario, el devenir de esta franquicia lo lleva un comité de siete miembros ejecutivos que incluye presidente -el único puesto remunerado de esta estructura­­­- vicepresidente, tesorero, secretario y tres miembros generales. Y aunque volvería todo esto más romántico todavía, los accionistas no tienen voz ni voto en la elección de esta figura, sino que es elegido por una junta de directores.

El actual presidente es Mark Murphy, quien antes de ocupar el cargo en 2007 fue jugador de los Washington Redskins entre 1977 y 1984 (integrante del campeón del Super Bowl XVII) y trabajó por 16 años como director atlético de las universidades de Colgate y de Northwestern. Hoy ya tiene un anillo como mandamás de los Packers, el del Super Bowl XLV.

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Mark Murphy, presidente y ejecutivo en jefe de los Green Bay Packers. Foto: Packers.com

La NFL no está del todo feliz con este modelo de negocio

En el cenit del capitalismo puro y duro, esta pequeña isla de ideales y reciprocidad comunitaria no termina de encajar a la perfección, aunque está probado que no solamente funciona, sino que es exitosa. Pero como a la NFL no le terminó nunca de gustar en relación con sus objetivos financieros, se ha encargado de que el modelo no pueda reproducirse.

¿Cómo hizo esto? Prohibiéndolo, lisa y llanamente. En 1960, el ex comisionado Pete Rozelle modificó la constitución de la liga para prevenir que otras franquicias optasen por el camino de los de Wisconsin y así es que hoy, en el Artículo V, Sección 4 de ese libro de reglas se cita a la Green Bay Rule, que dicta que “nuevas organizaciones de caridad y/o corporaciones sin fines de lucro no serán aceptadas en la NFL”. Por si fuera poco, una política adoptada en la década de los ochenta indica que la cantidad de dueños de una franquicia no puede exceder las 24 personas y que obligatoriamente una de ellas tenga un mínimo del 30% del valor total accionario. Claro está que ninguna de estas dos condiciones se cumplen con los Packers, pero como su caso era previo a todo esto, los dejaron continuar con su particular organización.

 Récord de abonados y la espera interminable

A estas alturas habrá quedado claro que el amor entre este club y sus fanáticos es cosa seria y recíproca, pero podemos ir a los números. El Lambeau Field tiene capacidad para 81 441 personas y los juegos de los Packers en ese recinto están agotados desde 1960, lo que indirectamente genera que sus partidos se transmitan por televisión en toda la zona de Green Bay y Milwaukee. Por la política de blackout de la liga, esto es posible sólo cuando las entradas se agotan hasta 72 horas antes del inicio del encuentro.

Por supuesto, la franquicia tiene una lista de espera para que la gente pueda adquirir abonos de temporada. Se puede completar de manera online y, una vez por año, los que se anotan recibirán una postal de parte del equipo informando acerca del avance en dicha lista. La mala noticia es que hay cerca de 137.000 personas anotadas y el 99.4% de los abonados renovaron sus membresías para esta temporada, por lo que el turno demora muchísimos años en llegarte.

Como diversión y para tener una referencia real, el periodista Darren Rovell (@darrenrovell en Twitter) suele publicar las actualizaciones de su avance y lo hizo a principios de mes: se anotó en 2006 y luego de 13 años enlistado, pasó del puesto 73 257 al 56 853. De seguir a este ritmo, obtendría su abono para el año 2065, siendo optimista.

Bienvenidos a Titletown

Titletown, nuevo complejo que constituye parte de la sede de los Green Bay Packers. Foto: commons.wikimedia.org

Como si esta estrecha relación entre equipo y comunidad no fuera suficiente, al lado del Lambeau Field, existe un complejo que abarca 18 hectáreas llamado Titletown, o “Pueblo de los Títulos”. El lugar, pensado para los fanáticos (y los que no lo son, también), abrió sus puertas en 2017 y fue desarrollado por los Packers como un atractivo turístico para todo el año que, además, cuenta con actividades especiales en los días de partido.

Por ejemplo, tiene un parque de cuatro hectáreas, juegos al aire libre, zonas para actividad física, una pista de patinaje sobre hielo y un hotel de lujo; una clínica de medicina deportiva, restaurantes y bares. Una demostración más, por si hacía falta, de que los lazos entre esta histórica franquicia del deporte profesional y su pequeño pueblo están más fuertes que nunca y destinados al amor eterno, que tal vez sí exista después de todo.


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