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Ficción NFL: La reunión de Los Cuatro

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Por Rodrigo Quintanar.

Nota del Editor: Esta es una colaboración de nuestra sección Practice Squad, donde nuestros lectores aportan sus puntos de vista sobre lo que pasa en la NFL. El contenido de este artículo en específico es de carácter ficticio.

Aún siendo el mejor restaurante de Atlanta y uno de los mejores del mundo, Bone’s jamás había tenido la fortuna de recibir a tan famosa celebridad. Tom Brady, dejando notar algo de estrés en su rostro, apareció en la entrada de tan reconocido lugar vistiendo un Gucci perfecto. Acercándose, la hostess, mujer de no más de veinte años, temblaba de la emoción.

Al abrir la puerta, a las 8:00 p.m., justo como decía la invitación, Tom brincó de espanto al escuchar a alguien gritar su nombre con tanta familiaridad. Ben Roethlisberger, vistiendo jeans y playera, había llegado unos minutos antes y le preguntó:

–Qué demonios haces aquí?

–No tengo idea, ¿tú?

–¿Recibiste la misma invitación que yo? –replicó Tom

–¿Te refieres a la cita obligatoria de la Liga?

 Haciendo un movimiento afirmativo, Ben tomó el papel que Tom llevaba en sus manos, el cual llevaba escrito:

LUGAR: BONE´S ATLANTA

CITA: LUNES 16 DE ENERO, 8:00 P.M.

CITA DE CARÁCTER OBLIGATORIO – NFL ENTERPRISE

ROGER GOODELL

 A lo que Ben respondió:

 –Ya dejé de desinflar los balones, ¿apoco tú sigues?

 Justo antes de que Tom exclamara en tono elevado que los balones se desinflan por el frío, otra voz proveniente de la puerta se escuchó: –¡Wow! ¿Ustedes también aquí?

 –OK, esto es una broma –afirmó Ben. –¿Tú también, Rodgers?

–­En el football no hay bromas –intervino Tom. –No sé por qué estamos aquí, Aaron, pero llegas un minuto tarde.

–R-E-L-A-X –deletreó Aaron Rodgers.

 La hostess interrumpió abruptamente la conversación, pidiéndoles pasar a su mesa. Los tres, en completa incertidumbre, la siguieron. Aaron no tardó en preguntar:

–Ben, ¿por qué caminas con la cabeza hacia abajo?

–No tengo permitido ver a ninguna hostess o mesera.

 Atravesando las miradas abrumadoras de los comensales, los tres se sentaron en la última mesa del lugar. La hostess, aún temblando, les dejó las cartas del menú y prometió enviar a alguien para tomarles la orden. Tom dijo de inmediato:

–No quiero ver la cara de Belichick cuando se entere de que cené con ustedes a una semana de la Final de Conferencia.

–¿Qué no acaso su cara es siempre la misma? –le respondió Aaron.

 La risa de Ben fue interrumpida por la de otro hombre que apareció de la nada justo a un lado de la mesa.

 –Y tú, ¿quién eres? –preguntó Tom.

–¿Matty? –preguntó Ben, levantando finalmente la cabeza.

–No sé cómo decirlo, pero… gracias por venir.

 Era Matt Ryan.

 –¡Fuiste tú quien nos citó! Te van a suspender por usar en vano el nombre de la Liga.

 –¿Quién eres? ­­–replicó Ben.

–Sé que ninguno de ustedes tiene tiempo, ni debería estar aquí, así que seré conciso. Los cité porque necesito pedirles algo, de todo corazón –continuó Matt.

–Otra vez, ¿quién eres? –insistió Tom.

 Aaron puso los ojos en blanco en señal de descontento e intervino:

 –Brady, no seas arrogante. Es Matt Ryan, el otro que queda.

 Afuera del restaurante, atraída por un tweet que hizo eco miles de veces en diez minutos, una masa de reporteros intentaba entrar al lugar, mientras el cuerpo de seguridad del restaurante, aparentemente listo para lidiar con la situación, los detenía agresivamente. Matt Ryan volvió a tomar la palabra:

 –Quiero pedirles que me dejen ganar este Super Bowl.

–OK, ya me voy –dijo Tom de inmediato.

–Por favor escúchenme.

–No tienes paciencia, Brady. Denotas tu edad –apuntó Aaron.

–¿Por qué contratan meseras tan guapas? –fue lo que atinó a decir Ben.

 La mesera en turno, temblando como su compañera ante la enorme responsabilidad y en cuyo uniforme destacaba un prendedor en el que podía leerse el nombre de Britney, los interrumpió:

 –¿Qué les puedo servir?

–Gatorade, por favor­ –ordenó Matt.

–Sam Adams –ordenó Aaron.

–Limonada –ordenó Ben. Aaron de inmediato se dirigió a él:

–¡Cómo has cambiado!

–Medio litro de agua con una rodaja de naranja, tres espárragos a la plancha, 120 gramos de filete de atún aleta amarilla y cuatro espinacas desinfectadas –ordenó Tom Brady.

 La mesera, sin titubear ante la última orden, se retiró inmediatamente. Aaron reanudó la conversación:

 –Matty, ¿como por qué diantres te deberíamos dejar ganar?

–Piénsenlo bien. Soy el único entre nosotros que no ha ganado el Super Bowl. Aunque soy muy buen quarterback, la gente jamás me reconocerá, pues tuve la mala fortuna de jugar al mismo tiempo que ustedes y que Peyton. Es la primera vez que repito temporada con un Coordinador Ofensivo y, además, será la última. Nunca he sido MVP. Mi ciudad no ha ganado un solo campeonato desde 1995 [con los Braves de la MLB] y, especialmente, mis Falcons jamás han sido campeones.

–Te faltó decir que tus fans –Aaron dibujó unas comillas en el aire –aún llevan jerseys de Michael Vick a tus juegos.

–Yo tampoco he sido MVP –añadió Ben.

–¿Ya terminaste? –inquirió Tom.

–Por favor, piénsenlo. Sería lo mejor para la liga, para nuestro juego…

 Al estilo de una plática con los suegros, un silencio incómodo se hizo presente durante varios segundos. Los tres invitados parecían evitarle la mirada a Matt Ryan, quien no podía dejar de mostrar su nerviosismo y vergüenza. La mesera, sin hacer sonido alguno, dejó las bebidas y los espárragos antes de retirarse rápidamente. A lo lejos, los gritos de los reporteros se incrementaron. El personal de seguridad, mostrando desesperación, volteaba continuamente hacia la mesa con esperanza de verlos terminar.

Finalmente, Tom retomó la calma y habló pausadamente:

 –Está bien, entiendo. A menos de que Ben y Aaron se opongan, te propongo algo. Matty, dejaremos que ganes este Super Bowl con la condición de que desaparezcas por lo que resta de tu carrera.

–¿Desaparecer? ­­–respondió Matt.

–¿Como Ricky Williams? –lo secundó Ben.

–Me refiero a que bajes el nivel de tu juego paulatinamente y no vuelvas a amenazar con ganar otro Super Bowl. Lo que queda de esta década y la que sigue será dominada por nosotros tres, solamente.

 Aaron, al saber que sería el más beneficiado por encontrarse en la NFC, no pudo esconder la sonrisa que le provocaba la comprometedora condición. Por otra parte, Ben omitió cualquier comentario, esperando alguna reacción de Matt, quien finalmente habló:

 –Está bien. Asegúrense de no hacerlo tan obvio para evitar problemas con la Liga. Tienen mi palabra, después de este campeonato me olvido de amenazar con otro. Gracias.

 En lo que parecía un completo control de la situación, Matt se levantó de la mesa, dejando claro que ese era el fin de la conversación. Tom, sin haber tocado un solo espárrago, lo siguió, provocando la misma reacción de Aaron y de Ben. De inmediato, un hombre vestido de traje los escoltó hacia una puerta trasera que los llevó al estacionamiento, evitando el tumulto de los reporteros. Los tres invitados, después de mirar por última vez a Matt y sin mostrar intención de decir otra palabra, se dirigieron hacia sus automóviles, dejándolo atrás. A lo lejos escucharon a Matt exclamar: “¡Gracias!”

A tan sólo un par de metros de llegar a sus vehículos, Tom, Aaron y Ben se detuvieron en perfecta sincronía.

 –Lo que hace la falta de experiencia, ¿no? –deslizó Aaron.

–Increíble pensar que así de desesperado me veía hace algunos años –añadió Ben.

–Ya saben qué hacer –dijo Tom-. Esto nunca sucedió. Lástima por él, aún no entiende el significado de ser el mejor. Por nada se cambia.

–¡Ja! –rió Aaron.

 Los tres subieron a sus autos y partieron.

***

Veinte minutos después, en las instalaciones de los Falcons, Matt Ryan bajó de su automóvil con un iPad y una carpeta que llevaba por título Packers Defense. Caminó hacia la entrada, donde impacientemente lo esperaba Dan Quinn, su Head Coach:

 –¿Cómo te fue? –preguntó Quinn.

–Lo que esperábamos, ignoraron completamente mi petición y se burlaron de ella, fingiendo aceptarla.

–¡Ja! Objetivo cumplido –se alegró el coach.

–¡Así es! Un día de ventaja en nuestra preparación… lo que sea necesario para ser el mejor.

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